El sábado 18 de marzo de 2017 tuvimos la posibilidad de acudir a una nueva entrega del Microsonidos en la que esta vez los protagonistas eran La Josephine y Crudo Pimento. El lugar escogido: la Sala REM. Del proyecto encabezado por el ciezano José Joaquín el público no deja de avisarse unos a otros por algún motivo:
– Es ‘post-rock‘, ¿eh?-dicen con una extraña mirada en el rostro a sus compañeros.
Como disculpándose. Una propuesta tan innovadora como ecléctica, o siendo quizás lo primero una deducción lógica de lo segundo. Y puede que les hayan llovido estos dos calificativos desde notas de prensa, críticas, crónicas, reseñas…pero su sonido recuerda a una suerte de conglomerado de multitud de buenas referencias y a la vez suena único, qué otros adjetivos usar. No agrada a toda la sala, y parte de ella sale y entra sin cesar. Los dos músicos son conscientes de su propuesta, la aceptan y la defienden, con la vista clavada en su maquinaria instrumental conformada, en su gran mayoría, por pedales entre cuyos efectos destaca, cuando eligen, el rasgueo de la guitarra. Su actitud es seria y sin titubeos, sin espectáculo y consciente de que el feedback está de más ante algo que pretende crear vanguardia en Murcia.
Tras el concierto, algunos tienen serias dudas, no sobre la calidad de los músicos, que creo que nadie se atreve a discutir esta noche, si no sobre si personalmente les atrae su sonido. Otros tantos lo tienen bastante claro y no dejan de negar con la cabeza mientras charlan entre ellos: «Lo siento pero no» es una de las frase que más escucho en la puerta, sólo empañada en cuanto a número por las palabras ‘post-rock’. Debo reconocer que los apoteósicos finales de distorsionar hasta que duelen me gustan, y mucho, pero los minutos que les preceden igual son demasiados minutos. Alargan el crescendo tanto que en algún momento pierdes el hilo y ya no se trata de subir si no de dejarte llevar por esa autoimpuesta intensidad que significa el no pretender nada. Si eres ‘básico’ y pretendes que inflarte e inflarte cobre sentido simplemente porque al final estallas, no es lo tuyo. No es un A,B,C donde todo cobra sentido en el culmen para derivar en esa explosión noise del final. Es más que eso.
– Es que es ‘post-rock’,-escucho a un asistente replicar a una amiga en la puerta mientras apura el cigarrillo- tanto que se pasan y sólo son ‘post’.
No estoy seguro de si tiene sentido, pero entiendo lo que quiere decir. A grandes rasgos esas son las impresiones que ha dejado el dúo. Su amiga sigue negando con la cabeza.
En cualquier caso llegan Crudo Pimento para presentar su nuevo trabajo, ‘Teleiste Mouska‘. Recuerdo haber escuchado hace muy poco a un locutor en Radio 3 decir que sería «lo más ‘pop’ que han hecho hasta el momento, dentro de su registro, claro». Raúl Frutos lleva una camiseta de Napalm Death y en el fondo proyectan un vídeo en el que se observan cucarachas. Inma Gómez golpea levemente el improvisado bajo con un palo moldeado para parecer una batuta y el peso del resto recae, como siempre, en Raúl, que nos deleita rasgando la voz y la guitarra para dar forma a sus nuevas canciones, que entremezclan con sus gustosas referencias anteriores al Diablo o al Missisipi.
Moviéndose a ratos en una cumbia salpicada de bilis dan forma a su nuevo álbum, que en directo suena especialmente tentador para partirse el cuello y los tobillos a partes iguales y según el compás. ‘Fuego que te van a dar‘ en directo suena especialmente rompedora. Paco Frutos, hermano de Raúl, se presenta en cierto momento para armonizar aún más si cabe esta nueva propuesta y tengo el presentimiento de que nadie negará con la cabeza al salir tras escuchar esa maravillosa ‘La Caja‘. Cada vez que intento no abstraerme más de la cuenta y fijarme en la sala veo caras de deleite. Inma prosigue con su cuidada labor bajo las órdenes en forma de miradas y movimientos de cabeza de Raúl para otorgar un cuerpo al sonido que culmina con una nueva entrada de Paco para tocar un tema en primera fila.
Después se nota inquieto a Raúl Frutos y pronto averiguamos que quiere que suban La Josephine para improvisar algo. Y ahí, es cuando me quedo maravillado. Ser un virtuoso músico «multiinstrumento» que tras años de estudio raja literalmente por la mitad el pentagrama con una puta caja metálica de pimentón genera esto. Este poderoso noise que vivo en cada una de las moléculas de mi cuerpo cuando los ciezanos se olvidan de sus atmosféricas presentaciones y justificados crescendos para otorgarnos este puro deleite que gozo cuando la distorsión es tal que parte del público empieza a marcharse. Por alguna razón tengo ganas de gritarles que hace 47 años que Los Beatles lo dejaron y que ha llegado este jodido momento de una vez por todas. No es ni siquiera rasgar el pentagrama, es trascenderlo. Es superarlo, de alguna forma y ofrecer pura y concentrada sensación en forma de violentos golpes. Es girar aún más la tuerca, esta vez literal y figuradamente, del pedal y dejarse llevar por lo que nos quieren transmitir.
Si del anterior concierto salía con dudas de este salgo tembloroso. Rebautizado como un ferviente defensor y expectante ante la próxima doble-cita que nos llegará en el WAM.
No Comments