Este año el Sonorama Ribera cumplía 20 años y era mi segunda vez en el festival. Fui acompañado de un buen grupo de amigos que se estrenaba en Aranda de Duero. Yo acabé totalmente enamorado el año pasado, a ellos les ha pasado lo mismo este año. Esa es la magia del Sonorama. Pero esta edición no era para nosotros, ni para todos aquellos que conocieron el festival hace poco. Esta edición era para los que llevan acompañando el Sonorama desde sus primeros años, para aquellos que lo han alzado y convertido en un festival único en nuestro país, posiblemente en el festival con más personalidad y mejor ambiente que se puede disfrutar aquí.
Cuando escuché la batería de «Segundo Premio» de Los Planetas lo supe, justo antes de que cayera el telón que ocultaba la sorpresa que el festival había guardado. Vi a gente indignada porque se esperaban a otros grupos y curiosamente esa gente era más parecida a mi que a esos hombres y mujeres, con unos cuantos años más encima (incluso con algún hijo sobre los hombros), que han vivido el festival como algo suyo, como algo que propio, desde que nació. Y ese regalo era para ellos, no era más que un «¡GRACIAS!», en mayúscula y con exclamaciones, para todos ellos. El vídeo que presentó la sorpresa, un montaje que podría haber hecho cualquiera de nuestros padres al poco de descubrir el Movie Maker, lejos de parecerme algo cutre me empezó a mostrar de qué iba todo aquello. Ver todas esas fotos, fotos de la gente que ha hecho el festival una realidad, me hizo entender que el Sonorama va más allá de la música y de las canciones, el Sonorama va de emociones. De las emociones que es capaz de levantar en un pueblo como Aranda de Duero y en todos aquellos que recorremos medio país para acompañarlos.
Y justamente esa realidad es la que el festival debería tatuarse a fuego para evitar perderla. Sería poco realista negar que el festival ha crecido más de lo que ellos mismos se esperaban, tanto que en la segunda jornada del festival (jueves) se vieron desbordados. Y sería bastante tonto que yo, que este año ha sido mi segunda edición, me quejara por ello. Y no me quejo pero ya lo dije el año pasado: si el festival me parece una maravilla, hace unos años tuvo que ser increíble. El equipo del Sonorama debería echar la vista atrás, tal y como hizo en ese homenaje, ver lo que los ha hecho tan grandes y únicos y pensar qué pueden hacer para no perderlo.
La Plaza del Trigo, el Escenario Charco, la Plaza de la Sal, la Plaza del Rollo, Santa Catalina… es una auténtica gozada Aranda de Duero durante el festival. No hace falta ni que tengas abono para disfrutar de lo mejor del Sonorama y es que la programación diurna podría funcionar perfectamente por separado y seguiría llenando el pueblo. Grupos que encabezan cualquier festival como Izal, Sidonie o León Benavente actuando gratis y por sorpresa. Bandas emergentes como El Imperio del Perro, Morgan, Iseo, Noise Box o Ramon Mirabet tocando ante miles de personas. Y encima grupos consagrados como Second, El Mató a un Policía Motorizado o Arco completando la programación. Y eso por no hablar de los djs que llenan cada rincón del pueblo de música.
Una vez ya en el recinto lo mejor de todo el festival llegó al poco de abrir sus puertas y es que cualquier festival nacional mataría por acoger ese concierto homenaje a la música española. Loquillo, Amaral, Iván Ferreiro, Xoel López, La Habitación Roja, El Drogas, La Casa Azul o Ilegales demostraron que hay bandas en este país con un directo para quitarse el sombrero y capaz de llenar festivales. Aunque si tuviera que quedarme con tres conciertos del festival serían los de Enric Montefusco, Novedades Carminha y Viva Suecia. Y no me olvido de KITAI, la única banda del cartel capaz de crear auténticos pogos, fue un gustazo ver a gente dándose de hostias. Esperamos que la triple actuación de Rufus T. Firefly, que les convirtió en la revelación de esta edición, también les haya servido para ganarse un puesto dentro del festival en el escenario principal, donde se merecen estar. Aún nos duele habernos perdido su concierto en Le Club, dicen que fue algo nunca se olvida.
Y si hablamos de lo peor hay un claro ganador: el sonido. Hubo problemas de sonido durante todo el festival: fallos, volumen muy bajo, cortes… Son cosas que no te esperas en un festival que celebraba sus 20 años de experiencia. Conciertos como los de Dorian o Lori Meyers fueron los principales afectados, aunque Los Planetas también lo sufrieron debido a un volumen en el que solo las primeras filas escucharon el concierto con claridad. Es innegable que el recinto estaba abarrotado, había colas para cualquier cosa y la comodidad en algunos momentos brilló por su ausencia. La broma de Camela, programar a El Langui a las dos de la mañana o dedicar uno de los mejores horarios a Leiva también entrarían en esos fallos que nosotros vivimos. Porque mientras que el concierto de Los Planetas era un regalo para aquellos que han acompañado el festival tanto tiempo, la actuación de Leiva, por ejemplo, iba dirigida a un público totalmente distinto (y contrario, incluso). A la actuación sorpresa de Monarchy tampoco le vimos mucho sentido.
Esta edición marcará un antes y un después para el festival y es que su organización tiene delante dos caminos a seguir: seguir creciendo y atrayendo cada vez a más público o conservar eso que solo ellos tienen. Esperamos que ellos también hayan visto que esto va de emociones, no va ni de entradas vendidas ni de la recaudación de las barras. Esto es música y la música está llena de magia, una magia que contagió al Sonorama hace 20 años y que no deben perder nunca.
Si pongo en una balanza lo bueno y lo malo de esta edición del Sonorama Ribera, la conclusión que saco es que estoy deseando que pongan a la venta las entradas para 2018 y hacerme ya con la mía. Como ya he dicho, es un festival único en nuestro país y que hay que vivir sí o sí. Si te gustan los festivales tienes que conocer Aranda de Duero porque te aseguramos que vas a querer repetir año tras año.
2 Comments
Muy bien bien entendido. Gracias
Gracias a ti por haber creado algo como el Sonorama. Volveremos.