Domingo por la noche, treinta minutos en la parada «Los Rectores-Terra Natura». Seguimos solos. Los dígitos marcan la espera en el descampado. Veintinueve minutos. Veintiocho. Podemos volver andando, me susurra mi hermano. Calla, le digo señalando las vías que se pierden por los primeros edificios de Espinardo. De noche por ahí se mueve todo.
Veintiséis minutos. Veinticinco.
Creo que tengo la solución del problema, me suelta entonces mi hermano. Qué problema, le digo. Qué va a ser, me susurra, señalando por encima de las montañas de escombros. El problema de El Tiro.
Me retuerzo en el asiento, incómodo (el metal verde está frío). Mi hermano cierra los ojos como si fuera a coger fuerzas. Verás, El Tiro es un monstruo verdaderamente maravilloso, me explica. ¡Qué pasillos! Si te fijas en sus cines, son espectaculares. ¿Has visto el tamaño de las pantallas? Y sin embargo, cuando sales a la realidad, cuando abandonas el interior de ese cascarón brillante que todavía huele a nuevo….
El descampado nos devuelve la mirada.
Recorremos en tranvía avenidas que una vez se llamaron senderos, me confiesa mi hermano con un susurro. Aterrizamos en centros comerciales que funcionan al margen de los barrios que los rodean a oscuras. Vivimos desconectados.
Veinticuatro minutos. Veintitrés. Veintidós.
Aquí antes jugaban al fútbol, me dice señalando el descampado. Jugaban en la misma tierra roja que nosotros recorremos cada fin de semana. Ahora la arena está llena de hierros y matorrales.
Veinte minutos.
Te diré lo que te propongo, me dice. Imagina los pasillos interminables de El Tiro cubiertos de césped, y también de esa pista blanda que tienen debajo los columpios. Imagina arreglar un par de calles para que los críos de toda esta zona puedan asomarse y echar un vistazo sin tener que usar el tranvía. Las calles estarían tan llenas de niños de un lado para otro, con la cabeza puesta en sus partidos y enfrentamientos legendarios, que a nadie le daría miedo meterse o salir por los barrios.
Pero entonces el Tiro ya no sería un centro comercial.
No, de hecho sería algo así como un pabellón al lado de un campus estupendo y un Parque Acuático. Sería el entorno perfecto. Se podría mantener el ala activa donde están los cines y un par de restaurantes. El resto sería para los niños, sería suyo, todo suyo.
Las letras naranjas marcan ahora un nuevo destino, “UCAM-Los Jerónimos”. Quince minutos.
Tendría hasta sentido: Parque El Tiro. ¿Qué te parece?
Esperamos en la oscuridad, sin saber qué más hacer.
3 Comments
El problema de El Tiro, es El Tiro en si mismo
Las mejores salas de cine de toda Murcia, lo único por lo que merece la pena ir.
Muy buena idea, si las ciudades no estuvieran hechas para los coches…